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10 secretos para educar con conciencia

  • Foto del escritor: mariel.contreras
    mariel.contreras
  • 25 jun 2019
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 18 sept 2019



¿Qué padre no se ha preguntado qué hacer cuando su hijo está haciendo un berrinche en el supermercado o cuando mordió a su hermano? Una de las frases que más escucho cuando hablo con padres es “ya lo intenté todo y nada funciona”. A veces intentamos muchas cosas pero siguen siendo del mismo tipo: castigos, regaños, amenazas o sermones que sólo terminan enfureciéndolos más y haciendo más grande el problema.


La disciplina positiva es un programa diseñado para enseñar la cooperación, responsabilidad, respeto y habilidades de resolución de conflictos. Este estilo de enseñanza estimula al niño a trabajar, aprender y aumenta su autoestima porque aprende que él o ella es directamente responsable de sus actos. En este enfoque se da un balance entre firmeza y amabilidad, respetando las necesidades del adulto y también las del niño. No es ni punitivo ni permisivo; se implementan reglas y límites sin lastimar o humillar al niño.

Normalmente repetimos el estilo que nos enseñaron a nosotros porque no sabemos otra manera. Es por eso que te dejo 10 secretos o tips que te pueden ayudar a entender y aplicar este modelo de enseñanza con tus hijos:


Cómo respondo a mi hijo, influye en cómo responde mi hijo. Usualmente cuando el niño está haciendo un berrinche nos sentimos molestos y queremos que lo pare de inmediato, la reacción más común es empezar a gritarle. Cuando hacemos esto nos damos cuenta de que entre más le gritamos al niño, él más continúa con el berrinche. Es importante recordar que nosotros somos los adultos, nosotros ya aprendimos a controlar nuestras emociones y ellos todavía están aprendiendo. Por eso lo primero que tienes que hacer es mantener la calma, ofrecer tranquilidad y no hacer tú un berrinche.


Si le ayudo a entender lo que siente puede calmarse y hacer lo que le pido. Los niños no hacen berrinches por ser chiflados, lo hacen porque se sienten mal y no saben cómo expresarlo. Para ayudarlo a entender qué es lo que siente, lo primero es describir lo que vemos en su estado físico y nombrar la emoción “veo que tienes el ceño fruncido, las manos en puño, estas enojado”. Las cosas más simples para nosotros pueden ser muy frustrantes para ellos, nosotros pensamos “ya no hay color azul, que use el rojo, no importa” pero para ellos sí es importante y hay que validar sus sentimientos. “Estas enojado porque querías el color azul y ya no hay”. Si el niño se siente entendido y validado va a poder reaccionar de una forma más accesible. Por último ayúdalo a respirar para después juntos llegar a una solución.


Ver los errores como una oportunidad para aprender. Cuando enseñamos a un niño una habilidad queremos que ya la domine en su primer intento, sin embargo, se requiere mucha práctica. En lugar de regañarlo por volver a cometer ese error menciona que es momento de practicar de nuevo esa habilidad, ayúdalo a reflexionar: "¿Qué podríamos hacer de manera diferente?", "¿Cuáles son algunas opciones para la próxima vez?"


Entender que la formación de un hábito se da en forma de escalera. A veces queremos que nuestros hijos quieran hacer la tarea o que de iniciativa propia decidan levantar su plato de la mesa. Hay cosas que no les va a gustar hacer. Para poder formar un hábito se va subiendo un escalón a la vez. En el primero reniega y no lo hace, en el segundo reniega haciendo, después hace sin renegar, luego hace por gusto y en el último escalón ya hace por iniciativa propia. Hay que dejar que recorran toda la escalera y ser pacientes con ellos.


Cambiar las expectativas negativas a positivas. Cuando una acción se ha repetido muchas veces empezamos a crear la expectativa de que eso siempre va a suceder. Entonces si le decimos al niño “ten cuidado con tu lonchera porque se te va a perder” se crea una profecía auto-cumplida, aunque la intensión fue buena, le damos el mensaje al niño en que no confiamos en él para cuidar sus cosas. En lugar de estar enfocado en las cosas que hace mal o sus errores, mejor enfocarse en lo que sí hace bien y las cosas positivas para que vaya reforzándose su autoestima y confianza en sí mismo. Para esto se puede poner por escrito las cosas buenas en una libreta y en la noche leerlas. Otra idea es desarrollar rituales familiares como todas las mañanas despedirse con un recordatorio de que confían en él/ella o en las noches decirle “lo que me gustó de ti hoy…”.


Dar la instrucción en afirmativo. Enfocarse en lo que SÍ quieren que su hijo haga en lugar de lo que NO debe hacer. En lugar de decir “¡No corras!” mejor “Camina despacio.” En lugar de “¡No grites!” mejor “Utiliza un tono de voz bajo.” También puedes dar alternativas: “Puedes empezar con la tarea de historia o con la de matemáticas, ¿qué prefieres?”


Hacer más de lo que funciona. No hay nada que funcione mejor que las técnicas propias que ya han resultado eficaces. Trata de hacer una reflexión de qué cosas has hecho con tu hijo que han funcionado. También puedes apoyarte en ellos para descubrir qué estrategias han implementado ellos, pregúntale “¿Qué te ayudó a terminar la tarea ayer?” Así el niño puede jugar un rol activo en el proceso de la solución del problema.


Definir lo que se espera de él/ella y las consecuencias de no cumplirlo. Los niños necesitan recordatorios visuales de lo que deben o no hacer. Si tienen una cartulina o poster con las reglas de la casa (siempre en afirmativo) con dibujos o ilustraciones es más fácil que ellos las cumplan.


Anticipar el problema. Predecir lo que el niño va a decir y adelantarse a ello. Por ejemplo: “Yo sé que no te gusta ir al dentista, te voy a explicar qué es lo que va a suceder.” Asimismo, dejar que nos expliquen sus miedos para poder cambiar esas ideas negativas por otras más funcionales. También se pueden realizar libros visuales para explicar lo que se espera de él en diferentes situaciones.


Hacer la actividad con él/ella. Los niños aprenden a través del modelaje. Podemos enseñar una actividad nueva primero haciéndolo nosotros y después que lo hagan ellos o agarrar al niño de la mano y hacerlo juntos. Para actividades que ellos ya saben hacer pero que no les gusta, puedes motivarlo a través de poner un cronometro y hacer competencia entre el niño y el reloj para completar la actividad. Una vez que el niño complete la actividad es importante reforzarlo positivamente.


Al educar a los hijos siempre es mejor enfocarse en el amor en lugar del miedo. Funciona mejor decirles palabras de aliento como “¡Tú puedes!” o “Creo en ti” que hacerlos sentirse mal para que se porten bien. Tenemos la opción de ver lo mejor o lo peor de nuestros hijos. El poder del amor y la intención positiva nos permite abrir nuestras mentes y así podemos ver más allá del comportamiento.


Referencias:

Domínguez, J. (2011). Intervenciones específicas para trabajar con padres. TDAH Un Modelo bio-psico-social sistémico.

Thakur, K. (2017). Fostering a positive environment in schools using positive discipline. Indian Journal of Positive Psychology, 8(3), 315–319.

Snyder, T. (2013, 17 enero). Cambiando Nuestro Lenguaje del Miedo al Amor. Recuperado 15 noviembre, 2018, de https://consciousdiscipline.com/


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